Si de vez en cuando nos detuviésemos a repasar la Historia de la humanidad nos llamaría la antención como muchos de los acontecimientos que suceden en la actualidad ya ocurrieron de forma parecida en algún siglo anterior. Guerras, conflictos diplomáticos, aparición de idelogías políticas y crisis ecónomicas son un mero reflejo de situaciones similares pasadas en las que únicamente cambia lo meramente trascendental. Un ejemplo lo podemos encontrar en el desarrollo de las archiconocidas "burbujas ecónomicas" generadas en torno a un determinado bien de consumo, como dominios .com o pisos. Lo curioso es que estas crisis no son propiedad exclusiva del siglo XXI, sino que si echamos la vista atrás podemos encontrar ejemplos tan parecidos que nos hacen preguntarnos si acaso el ser humano está programado para repetir una y otra vez los mismos errores en su paso por la historia.
El tulipán como símbolo de nobleza
Durante los siglos XVI y XVII los mercados de especias experimentaron un rejuvenecimiento gracias al descubrimiento de América y la creación de nuevas rutas hacia Oriente. Muchos de los artículos procedentes de esas tierras se convertían en productos de lujo ostentados por las clases nobles como símbolo de exclusividad, lo cual incrementaba su valor a ojos de la sociedad.
Uno de ellos fue el tulipán, llegado a Holanda en 1559 bajo el halo de flor sagrada procedente del Imperio Otomano, dónde se empleaba para revestir los trajes de los sultanes. Muy pronto fue asociado a símbolo de estatus social debido a la belleza de las variedades multicolores, lo cual provocó que su cultivo se extendiese a lo largo de las provincias holandesas, en las que los horticultores intentaban obtener tulipanes con colores cada vez más exóticos con el fin de venderlos posteriormente por importantes sumas de dinero.
Conforme el precio y la popularidad incrementaban a la par, comenzaron a producirse importantes transacciones comerciales. Algunos tulipanes eran intercambiados por extensiones de terrenos superiores a 10 hectáreas mientras que en los mercados de las ciudades su valor superaba en 10 veces el sueldo medio de un artesano. Esta fuerte demanda contribuyó a que se desarrollase un mercado exclusivo para los bulbos de tulipán que terminaron por entrar en la bolsa de valores. Los compradores empezaron a endeudarse con prestamistas para poder adquirir grandes cantidades de tulipanes que revenderían más tarde a un precio mayor y se elaboraron nuevas técnicas financieras como los contratos a futuro sobre la producción de bulbos a final de temporada.
La locura llegó a extremos en los que ni el comprador ni el vendedor habían visto el tulipán sobre el que estaban efectuando la transacción. Tan solo operaban sobre un bono asociado a un bulbo plantado en alguna granja holandesa. Con el fin de poner freno a esta situación, el gobierno derogó un edicto en 1610 prohibiendo dichas operaciones a futuro, lo que sin embargo no evitó que el negocio prosiguiese entre particulares bajo la expectativa de que el precio de los tulipanes nunca bajaría. ¿Os suena?
La burbuja estalla
Para 1635 el precio del tulipán había ascendido hasta cifras astrónomicas. Por ejemplo 40 bulbos fueron vendidos por 100.000 florines mientras que algunas especies raras como el Semper Augustuseran se compraban por 6.000 florines en una única transacción. A efectos comparativos una tonelada de mantequilla costaba 100 florines y ocho cerdos 240, lo cual nos da una idea de hasta que punto se había creado una burbuja económica en torno a la producción de tulipanes.
Este incremento en los precios se vió además reforzado por la epidemia de peste bubónica en 1636, que diezmó a la población agricultora encareciendo la mano de obra multiplicando nuevamente el coste de los tulipanes en el mercado. El estallido de esta burbuja sobre el negocio de los bulbos era cuestión de tiempo.
El 5 de Febrero de 1637 se efectuaría la última transacción de importancia en el mercado de tulipanes, pagándose cerca de 90.000 florines por 99 bulbos. Al día siguiente, un lote de medio kilo de la flor puesta en el mercado al precio de de 1250 florines no encontraría comprador. La burbuja finalmente había explotado. Los precios comenzaron a caer en picado y no había forma de recuperar la inversión: todo el mundo intentaba deshacerse de la otrora valorada flor pero nadie encontraba comprador. Grandes cantidades de dinero habían sido comprometidas en base a una flor que de un día para otro no tenía ningún valor. Las bancarrotas se sucedieron al no gozar de garantías sobre el dinero invertido. Ninguna clase social se escapó a este derrumbe económico. Holanda había entrado en quiebra.
Tulipanes vs Pisos
Finalizado el relato de esta curiosa crisis, probad a cambiar la palabra tulipán por piso. Enumerar las similitudes se convierte en una tárea al alcance de un niño: aparición de un nuevo artículo de valor, incremento de la producción y la demanada, subida del precio, creación de un mercado y de nuevos productos financieros que allanan el terreno para la incorporación de los especuladores al negocio y estallido final una vez que el precio de tan codiciado bien (ya sean flores, pisos o dominios) ha alcanzado cifras inasumibles para la población.
La pregunta que sigue a esta comparación es evidente: ¿qué nos lleva a cometer los mismos errores una y otra vez? ¿Acaso nadie fue capaz de ver que mientras se creaba la burbuja inmobiliaria había ya ejemplos pasados que no auguraban más que una salida catastrófica para la economía? ¿Es la codicia, las ansias de amasar dinero de forma fácil y rápida aquello que nos ciega y nos hace pensar que esta vez todo será diferente y que nadie perderá? Planteadas las preguntas creo que es tarea de todos buscarlas una respuesta. Quizás así no tendremos que volver a soportar una situación como la que hoy estamos viviendo.
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